Viaje a Ceratonia
Viaje a Ceratonia
Cuando en la agencia de viajes de Floribac manifesté mis deseos de viajar a Ceratonia, la empleada me interrogó con un inquisitorio:
-¿Está seguro?-, a lo que respondí con falso aplomo: -Naturalmente… tengo amigos allí, además llevo sangre cerata en mis venas.
Algo molesto por lo que interpreté como un exceso de celo de la señorita, agregué: -Además todos tenemos algo de cerato, ¿no le parece?
Ella se encogió de hombros y respondió con un gemido que más se asemejaba a un molesto suspiro, para a continuación informarme metálicamente:
-Está bien. Usted sabrá. Pero debo informarle que los vuelos son abiertos, es decir que no puedo asegurarle con precisión cuándo sale el avión; además ha de saber que los precios varían continuamente. Dependemos de la línea estatal de aviación de Ceratonia. Las otras compañías que operaban en aquel país suspendieron sus vuelos, debido al caos del aeropuerto local y a los continuos accidentes que ocurrían.
-¿Pero no hay otro medio de transporte?- requerí bastante desasosegado.
-Clematidia creo que no ha suspendido aún sus vuelos, pero si en el mejor de los casos sobrevive, es posible que llegue a cualquier otro aeropuerto, sin descartar un vuelo circular que lo vuelva a traer a Floribac.
Mi mirada de impotencia fue tan conmovedora, que la empleada debió compadecerse y agregó piadosamente:
-He oído que la República Controladora de Chicorystán fleta autocares de mujeres a Ceratonia, para conseguir marido… quizá lo admitirían en el viaje, inténtelo pero tenga cuidado… ya sabe- añadió con una sonrisa irónica y al mismo tiempo perversa.
Llovía en Floribac, otoñal y persistentemente. Caminé sin rumbo intentando entender el diálogo kafkiano que había mantenido en la agencia. Tomé la decisión de pasar de ellos y buscarme la vida por mi cuenta. Algo tenía claro: la firme voluntad de viajar a Ceratonia no había disminuido en mi interior, sino que se había crecido ante la difícultad. De pronto, una idea luminosa cruzó mi mente: ¡Eureka! ¿Para qué depender de intermediarios? Ceratonia era un estado independiente que figuraba en el mapa y todo. Por lo tanto, debería tener su embajada, o al menos un consulado. Sin duda ellos estarían orgullosos de fomentar el turismo y me asesorarían debidamente. En el teléfono de información me dieron la siguiente dirección: San Camaleón 2-4-6-8.
Cogí un taxi y bajé en el número indicado. Ninguna bandera ni placa en la puerta. La embajada se había trasladado –me dijo la portera- a la siguiente dirección: Héroes de la Dispersión, 212. Decidí ir en metro para ahorrar. Al fin y al cabo no sabía aún el precio del viaje a Ceratonia. Demasiado tarde, se habían trasladado, a otra dirección que los vecinos desconocían.
No es necesario describir aquí lo estéril de mis pesquisas. Sólo diré que no conseguí dar con ellos y de alguna forma tiré la toalla. El Gorse no surtió efecto y ya casi había olvidado el imposible viaje a Ceratonia, cuando un día encontré el siguiente mensaje en el contestador: “Soy de la agencia. Si todavía desea viajar, preséntese en el aeropuerto mañana a las 8 de la mañana. Diríjase a la oficina de nuestra agencia en el propio aeropuerto. Parece que hay un vuelo chárter de Air Cerato. Naturalmente el horario es orientativo. No le aseguro nada. Gracias”.
De ordinario no soy dado a la improvisación, pero intuí que quizá era una ocasión única para mí. Ya se sabe, un cúmulo de circunstancias casi irrepetibles coincidían para que pudiese viajar.
El día era gris y llegué al aeropuerto con mis maletas cargadas de ilusión a la hora indicada. No lo podía creer. Tenía un flamante billete de avión Floribac-Ceratonia con fecha de vuelo abierta. Mi número de asiento era el siguiente:2-4-19-23-64-86-102. ¿Extraño, no?
La salida del avión fue cambiando para producirse finalmente a las 22:15 minutos. No lo podía creer; estaba por fin sentado en un avión semivacío que empezaba a corretear promisoria y alegremente por la pista.
-Buenas noches. Les habla el comandante, Horacio Desconcertantini. Bienvenidos a bordo en nombre de Air Cerato. Duración estimada del vuelo: se desconoce. Pueden cambiarse de asiento en las numeraciones que constan en sus billetes. Gracias por confiar en nosotros. Evidentemente, la compañía no se responsabiliza por cualquier retraso o cambio de itinerario que pueda sucederse. Que tengan un feliz vuelo.
Debo decir que el viaje resultó inquietante y tuve que recurrir al Rescate en varias ocasiones. Después de varias escalas y cambios de tripulación, llegamos al aeropuerto de Ceratonia llamado Cardenal Mutante. Seguramente un prócer local.
El aeropuerto es muy bonito. Tiene tecnología punta, pero algo que no comprendo son sus pantallas de información, ya que continuamente cambian los horarios y las puertas de embarque, de forma aleatoria y me atrevería a decir que caprichosa.
Me dirigí a un hombre elegantemente uniformado:
-¿Podría indicarme dónde puedo obtener información?
-Acuda al Irresponsable de Desinformación, en el mostrador de la derecha
-Gracias
En el mostrador no había nadie aunque esperé media hora. Bastante desconcertado y totalmente agotado por el viaje, cogí un taxi y le imploré que me llevase al hotel que creyese conveniente de Dispersonia (capital de Ceratonia). Enfilamos por la Galimatías A7, que es una de las complicadas y mal señalizadas autopistas del país. No conozco la ciudad, pero me dio la impresión que el taxista se perdía una y otra vez, ya que en tres ocasiones se detuvo a preguntar. Finalmente llegamos al Hotel Viajante Veleta, en la bien cuidada Avenida de Los Mártires de la Opción Múltiple.
Las calles de Dispersonia son muy bonitas y cuidadas, aunque es difícíl orientarse en las mismas ya que los postes con las señales no están sujetos y giran bruscamente. Porque Ceratonia, detalle importante, es un país muy ventoso. Por lo tanto, hacer turismo allí es harto difícil. Y no es que no hayan lugares interesantes; por ejemplo, los jardines colgantes de Mutábilis, o las ruinas paleolíticas del cretinoico superior en Vacilonia, pasando por los famosos atardeceres de la cosmopolita Variable City.
Pero la verdad es que pronto desistí de visitar estas y tantas prometedoras ciudades. Mis contactos fallaron sin causa aparente, y me entregué a cómodos automatismos, como zapear por cualquiera de las 180 cadenas que se sintonizan en la televisión. Es curioso, pero en Ceratonia, es mucho más caro el mando a distancia que el propio televisor. ¿Hay quien los entienda?
No deseo aburriros con mis intrascendentes peripecias. Quizá os interese saber algo de la gente, cómo vive y cómo funciona el país.
La población, al menos en la capital, parece feliz. Todos viven el aquí y el ahora sin “comerse el coco”. Llama la atención la limpieza y el cuidado de sus calles. Los ceratos son muy detallistas. Los ciudadanos son muy elegantes y siguen la moda fervorosamente. Hay muchos días festivos y la legislación del país obliga a ir a todas las bodas, bautizos, comuniones, etc. a los que uno sea invitado. Ley innecesaria, ya que la gente no concibe el perderse un evento de este tipo.
Ceratonia es una monarquía constitucional rotatoria. Es decir que cada tres meses cambia el reinado. El monarca cuenta con un numeroso equipo asesor llamado Asamblea de Autoridades en la Materia, para poder basar sus decisiones en los consejos de los Notables.
La enseñanza es algo curioso. Varios niños a los que pregunté me dijeron que de mayores querían ser encuestadores. El apuntarse a una universidad, da derecho a asistir alternativamente a cualquiera de ellas.
¿Aprenderán algo, me pregunto?
La enorme mayoría de trabajadores son funcionarios del Estado. Pero uno puede cambiar de trabajo sin dar cuenta a nadie. Por ejemplo, un cartero puede decir: “ahora quiero ser médico” y legalmente tiene derecho a ello. Claro que esto entraña bastantes peligros, pero la gente vive despreocupada y en cierto modo alegremente.
No todo ha sido alegría en Ceratonia. Su situación geográfica lo ha hecho una presa fácil para países expansionistas. Todavía los abuelos recuerdan horrorizados cuando sufrieron la terrible invasión y tiranía del País de Vinonia, al parecer no conforme con aplastar sólo a la República Sometible de Centaura (pacífico vecino de Ceratonia). O sin ir más lejos, las ansias conquistadoras de Vervenia y la República Controladora de Chicorystán.
Dicen, algunos tecnócratas del país, que todo iría mejor si el gobierno lo regentase un equipo de Elmania, pero los fueros de Ceratonia no lo permiten.
Por ello, muchos ceratos están cansados de esta vida de dispersión y sueñan con ir a la Confederación de Wildoatania, donde muchos encuentran su sitio definitivo en la vida. Otros, cansados de no concretar, prefieren emigrar a un sitio donde esté escrito lo que deben hacer: Rockwaterland. Aquí al menos no hay viento aunque sí mucho frío, y las cosas (menos la vida, claro) parecen ser para siempre.
En fin, guardo un grato recuerdo de aquella gente, a pesar de haber perdido mi trabajo por culpa de ellos, ya que volví a Floribac un mes después de lo previsto ante las dificultades para concretar el vuelo de vuelta. El telegrama nunca llegó.
FIN