Willow: Cuando la culpa siempre la tienen los demás
Willow: Cuando la culpa siempre la tienen los demás
No deja de asombrarme la facilidad que tiene mucha gente para situar toda la responsabilidad de su insatisfacción en el exterior. Para mí se trata de una simplificación, casi siempre guiada por una baja inteligencia emocional.
A nadie escapa que vivimos en una sociedad básicamente injusta y desigual. Pero, así y todo, no podemos culpar al exterior de absolutamente todo lo que nos pasa. Y ese exterior se compone de una amplia selección de culpables, que de mayor a menor son: Dios, la sociedad, el Estado, los políticos, los padres, las parejas, la ciudad o el pueblo donde vivimos, los hermanos, los hijos, las minorías, las mayorías, las banderas… O mejor aún, como decía el padre de una clienta mía: «La culpa la tienen todos».
El ser una “víctima” del perverso destino, o del “enemigo”, tiene una serie de dudosas ventajas: nos permite justificar nuestra frustración y nuestro fracaso. También nos exime de toda responsabilidad del pasado, del presente y, cómo no, del futuro. Además, nos permite descargar sobre los “malos” toda nuestra ira que supura en la destilería de nuestra mente y nuestro corazón de niño herido. No importa si para esto tenemos que fabricar una historia plagada de agravios y conjuras. Y tampoco importa si esto lo vivimos en soledad o nos agrupamos con otros para compartirlo y convertirlo en una causa colectiva, porque sigue siendo la misma cosa.
Todo lo anterior es una colección de mecanismos de defensa de la personalidad. Entre otros la racionalización, consistente en llevar el dolor emocional que no sabemos gestionar a la mente y darle una explicación desde ahí. La generalización, consistente en agrupar a los individuos de un mismo género, profesión, etc., para protegerse de ellos: todos los hombres, todas las mujeres, todos los políticos, etc. La proyección, donde uno ve y señala en el otro, precisamente lo que le molesta de sí mismo. Y seguramente hay más…
Efectivamente, estoy pensando todo el tiempo en Willow, una magnífica esencia preparada para trabajar lo que he escrito hasta aquí. Para dejar de culpar a los demás de nuestra baja inteligencia emocional, del no encontrar un sentido profundo a nuestras vidas… Aunque esto último no ocurriría si tuviéramos el Wild Oat positivado, porque entonces siempre podríamos construir momentos mejores y convertirnos algún día en nosotros mismos.
Scheffer comenta que «los antiguos celtas ya apreciaban mucho este arbusto espinoso que florece desde febrero hasta comienzos de abril. Veían en él el retrato del victorioso y joven héroe del sol, cuyas afiladas armas habían vencido al duro y helado gigante del invierno.»