A veces conviene “descuartizar” al cliente
A veces conviene “descuartizar” al cliente
Artículo de Ricardo Orozco ©2013
No se trata de una invitación a la atrocidad, sino todo lo contrario.
En su mítico libro El don de la terapia 1, Irvin Yalom habla de utilizar «partes». Se trata de una hábil forma de disminuir las resistencias del cliente. Cito textualmente a Yalom:«Además, para los pacientes que no toleran la ambivalencia y tienden a ver la vida en términos de blanco y negro, es una introducción efectiva a la noción de las distintas tonalidades de gris.»
Bastará con un ejemplo. Pensemos en una clienta que elige venir a consulta por sí misma, aprecia la Terapia Floral, y en general tiene una actitud positiva y colaboradora. Pero… no respeta las normas del encuadre terapéutico, viene tarde, se salta sin avisar algunas visitas y, con cierta frecuencia, se olvida de tomar las flores. ¿Qué hacemos con ella? «Descuartizarla», aunque no literalmente.
Claudia, la mujer del ejemplo anterior, manifiesta una conducta ambivalente en todos los ámbitos de su vida. Seguramente existe una parte de ella que quiere mejorar y otra más continuista que se resiste a los cambios y, posiblemente, a la responsabilidad que implica acceder a una nueva información. También esto mismo puede darle miedo.
Nosotros, como terapeutas, podemos exponerle nuestra apreciación, apelar a la parte que sí quiere mejorar y transmitirle lo que vemos, más como una teoría en la que asumimos que podemos estar equivocados, que como un diagnóstico o una sentencia. Una forma podría ser la siguiente:
–Mira, Claudia, me gustaría comentarte una cosa que creo haber observado durante el tiempo que llevamos en terapia y estoy interesado en saber cuál es tu opinión al respecto.
–Por una parte, veo en ti una Claudia comprometida que colabora y lucha por cambiar y mejorar… Y a veces, también observo a otra (o a otra parte de Claudia) que se resiste y parece querer boicotear el proceso, olvidándose de venir, de tomar las flores…
–Yo acepto a las dos <<Claudias>> y prefiero que prevalezca la primera. ¿Qué me puedes comentar sobre eso?
Esto suena muy distinto a una intervención como la siguiente:
–Mira, Claudia, yo creo que no quieres mejorar. La prueba de ello es que no te tomas las flores, te olvidas de venir o llegas tarde, y ni tan siquiera tienes el detalle de cancelar las visitas.
Lo más probable es que Claudia, ante estas palabras del terapeuta, adopte una actitud defensiva, busque excusas diversas, o simplemente se sienta culpable y avergonzada. Por eso, la primera intervención es mucho más constructiva y, además, constituye un verdadero alegato anti Scleranthus.
La primera intervención quizás ayude a Claudia a clarificarse, a admitir que en realidad tiene una actitud demasiado ambivalente respecto a la terapia, y la invite a ser más coherente con el proceso. Es factible que, al tomar conciencia de ello, abandone las actitudes comentadas. Dicho con tacto y empatía, es posible que no se sienta cuestionada, ni mucho menos agredida, como en el segundo supuesto. Esto no quita para que la Claudia <<mala>> idee otras estrategias obstruccionistas, como la aparición de determinados síntomas o reacciones «adversas» a las flores. Pero siempre podemos volver a «descuartizarla», eso sí, con todo nuestro cariño.
1 (2003) Emecé, Buenos Aires.